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viernes, 1/12/2000
Sho Yano no sabe nada de
Pokémon
Un niño de nueve años que supera el
máximo coeficiente intelectual inicia la carrera de medicina en Chicago.
Sho
Yano ya sabe lo que quiere ser de mayor: médico. Pero no tendrá que esperar
tanto; será doctor en plena adolescencia. Con nueve años, el niño acaba de
empezar a estudiar medicina y cuando concluya sus cuatro años en la universidad
de Loyola, en Chicago, pasará a una escuela de posgrado hasta titularse. Sho
Yano es un genio tan brillante que su coeficiente intelectual supera el tope
máximo de los 200 puntos, con lo que se ha convertido en el más joven
estudiante universitario con plena dedicación de Estados Unidos. A quienes se
preocupan por su pérdida de la infancia, el niño les pregunta: "¿Qué es la
infancia?".La infancia no es Harry Potter, ni Pokémon, ni los dibujos
animados de televisión, ni los videojuegos... que absorben y paralizan a
millones de niños de su edad en todo el mundo. Para Yano, la infancia es una
fase de desarrollo físico en la que el cuerpo es menudo, pero el genio puede
ser descomunal. El niño mide 1,31 y pesa 30 kilos. Sus piernas no llegan al
suelo cuando se sienta para las clases en la facultad, donde ha hecho muy
buenas migas con chicos de 18 años a los que deja, sin querer, en evidencia.
En una
de sus primeras clases de Lengua preguntó a sus compañeros qué trabajos habían
preparado a petición de la profesora Claire Sánchez. Uno había redactado un
texto sobre el suicidio médicamente asistido y otro divagaba sobre la guerra de
Vietnam. "¿Y tú sobre qué has escrito?". "Sobre la relación
entre los teléfonos móviles y el cáncer", respondió Yano, mientras les
pasaba el texto para que echaran un vistazo. "¡Madre mía! Casi cuatro
folios a espacio simple. ¡Pero si sólo tenían que ser tres a doble espacio!
Venga, colega; no nos pongas en aprietos".
Yano
se destapó como un genio a los tres años, en casa. Su madre, una coreana con un
master en Historia del Arte, se estuvo peleando largo y tendido con
unos compases de Chopin, mientras el niño jugaba a sus pies. Derrotada por el
artificio del compositor, Kyung se fue a la cocina. Al cabo de unos instantes,
el piano sonó a gloria, el nudo de Chopin convertido en una fluida melodía.
Primer aviso de Yano. "Sólo pensé que podía ser un superdotado para la
música", ha declarado la madre al periódico Chicago Tribune.
Todo
se hizo evidente al ir al colegio por primera vez, a los cinco años. Aquello no
tenía sentido para él, les dijeron a los padres. Como tampoco lo tenía una
escuela para niños superdotados, ni las clases de matemáticas del instituto.
Yano rompía todas las barreras. La mayoría de las mediciones del coeficiente
intelectual alcanzan su tope en torno al 200. Él está entre los pocos clasificados
como fuera de límites. En unas pruebas de inteligencia y conocimientos para
acceso a la universidad, Yano sacó 1.500 puntos sobre un máximo de 1.600.
Chocante. "Deben haberse equivocado. Estoy seguro de que respondí bien a
todo".
El
niño quería estudiar en las universidades de Northwestern o Chicago, pero los
comités de admisión no se atrevieron a dar el "sí". El rechazo de la
Universidad de Chicago fue un golpe para Yano. Su madre recuerda en el
periódico la frustración de su hijo: "¡Pero mamá, con la de premios Nobel
que ha tenido!". 73, entre profesores y quienes han pasado por sus aulas,
incluido uno de Economía este año. Al final, Loyola le recibió con los brazos
abiertos y ahora todos, del rector a sus compañeros de las distintas clases,
están encantados con un Yano trabajador y educado, que sería discreto si no
fuera un niño y todo el mundo le llamara El Genio. "Yo no me llamaría
genio", dice. "Es una palabra que no significa nada".
El
futuro doctor ha leído la Biblia tres veces, conoce a Shakespeare, a C. S.
Lewis y a Salinger, toca a Beethoven y tiene a Bach por su sabio supremo. En la
alfombrilla para el ratón del ordenador figura Einstein. Pero también se llena
los bolsillos de cosas que encuentra por la calle, y sus padres le mandan a
clase de taekwondo para intentar dar un aire de normalidad a su vida, y para
que esté con otros niños de su edad. La madre no parece preocupada por quienes
se interrogan por el desarrollo emocional del niño y el propio Yano reconoce
que su familia en Corea y Japón está encantada con las cumbres que sobrevuela.
"Nadie está preocupado. Me dicen: '¡Muy bien. Puedes hacer más!". De
momento, esperar un poco a que crezca su hermana, Sayuri, de cuatro años, que
apunta sus mismas maneras.
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